Los orígenes legendarios de la ciudad de Praga se sitúan en la colina de Vysehrad, a las orillas del río Moldava donde se asentó en el siglo VIII una tribu checa al mando del rey Krok. Tras la muerte del rey sus tres hijas pasaron a ser sus herederas. Los sabios de la tribu fueron valorando las cualidades de las princesas para elegir quién les gobernaría.
Hace mucho mucho tiempo, una tribu vagaba por el mundo buscando un lugar donde establecerse. Su rey, preocupado por el futuro del pueblo, quería encontrar el lugar ideal, pero éste no aparecía.
Tras años de búsqueda la tribu llegó a una pequeña colina a orillas del río Vltava (Moldava), y el rey supo que aquél era el lugar donde forjar un pueblo fuerte e independiente.
Poco le duró a la gente la alegría porque al poco tiempo el rey murió sin dejar un descendiente varón. Sólo tres hijas quedaban para heredar el trono del padre y ¿cómo va a gobernar una mujer sobre todo un pueblo?
EL AUTOR: ANTONIO CENIZA
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Aún así, los ancianos de la tribu, evaluaron a las muchachas de las que se decía que tenían poderes mágicos y gran inteligencia. La hermana mayor Kazi, controlaba la naturaleza y era capaz de preparar brebajes que hacían a la gente doblegarse a su antojo, así que fue descartada por peligrosa. La hermana mediana Thezka, adoraba a dioses antiguos y los ancianos temieron que su pueblo fuera arrastrado hacia creencias bárbaras, así que acabaron por volverse hacia la última de las hermanas.
Su nombre era Libuše (pronunciado Libushe) y además de la más pequeña, era la hermana más hermosa (como no!). Libuše poseía el poder de la profecía y era capaz de ver el futuro. Tanto la inteligencia de la princesa como la utilidad de sus poderes, parecieron convencer a los ancianos y decidieron proclamarla reina.
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: Estatua de Libuse y Premysl en Vysehrad)
De nuevo el pueblo fue feliz, y a pesar de lo inusual de ser gobernados por una mujer, todo parecía ir bien. Y así fue hasta que un día, dos hermanos acudieron a palacio buscando una solución para sus disputas sobre la propiedad de su tierra. Libuše estudió el caso y decidió en favor del más joven. El mayor, contrariado, se levantó y gritó a la reina: «¡Pelo largo, cerebro pequeño! ¿Cómo podemos ser gobernados por una mujer?».
Los ancianos no se tomaron en serio al campesino, pero Libuše en cambio entendió que no siempre había que gobernar con el corazón y la bondad, sino que necesitaba a su lado la fuerza de un hombre. A la mañana siguiente ordenó a los ancianos seguir a su caballo blanco. «Cuando el caballo se detenga, habréis encontrado a vuestro rey».
Conocedores de los poderes de Libuše, los ancianos siguieron al caballo por colinas y valles hasta que el animal decidió detenerse. No fue ante un duque, un conde o al menos un caballero, sino ante un simple campesino que araba el campo. Algo contrariados, los ancianos preguntaron al joven por su nombre. «Přemysl» respondió él, lo que significa «el pensativo».
El joven fue llevado ante Libuše que cumplió su palabra y se casó con él, dando origen a la primera dinastía checa, los Přemyslidas, que gobernarían durante 200 años.
El campesino resultó ser un hombre inteligente y cabal capaz de velar por los intereses del pueblo y junto a Libuše, convirtió aquella pequeña tribu, en un pueblo poderoso.
Pero algo falta aún en esta historia. Una mañana, Libuše se despertó alterada y habló con Přemysl. «He tenido un sueño. He visto una gran ciudad cuya fama alcanzará las estrellas». La pareja cabalgó hasta el lugar de la visión y encontraron a un anciano tallando el umbral de su casa. «Aquí es dónde se levantará el castillo más grande del mundo» le dijeron al hombre «y tú serás su constructor». Así ocurrió y así se puso la primera piedra de lo que sería el castillo más grande del mundo, en aquella casa, de aquel hombre que tallaba su umbral, que en aquella lengua extraña se decía «Prah».
Aunque existen distintas versiones sobre la leyenda de Libuše, ésta nos parece la más bonita. La princesa sigue siendo muy querida en la historia checa y ha sido consideraba como símbolo nacionalista en muchas ocasiones. Incluso llegó a tener su propia ópera, creada por el compositor checo Bedřich Smetana entre 1871 y 1872 y que se estrenó para la inauguración del Teatro Nacional de Praga.
Creamos o no la leyenda de Libuše, es una bonita manera de comenzar la Historia de un pueblo.
FDO: ANTONIO CENIZA ALFONSO
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