Como sabrás, en Estados Unidos los niños tienen un papel muy importante durante este día, pero la inocencia de esta celebración quedó manchada un aciago día de 1974. 31 de Octubre de 1974, Pasadena, Texas. Ronald Clark O’Bryan y uno de sus vecinos, deciden dar una vuelta por el vecindario con sus 4 hijos, para que lleven a cabo el clásico “truco o trato”.
EL AUTOR: ANTONIO CENIZA
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Una de las advertencias que más se escuchan de parte de los padres a medida que se acerca la fiesta de Halloween es la que tiene que ver con la precaución que deben ejercer los niños (y los no tan niños) al aceptar dulces y caramelos de parte de extraños. El origen de esta preocupación es una muy conocida leyenda urbana que habla de heridas, daños diversos y hasta muertes ocasionadas a niños por haber ingerido dulces que contenían objetos cortantes escondidos en su interior y hasta veneno. Los casos parecen haber sido numerosos, pero no hay claros registros de ninguno, a excepción de un escalofriante caso en la ciudad de Pasadena, en el estado de Texas, Estados Unidos, el que parece ser la fuente de las múltiples leyendas que circularon posteriormente.
Candyman: el asesino de Halloween:
31 de Octubre de 1974. Pasadena, Texas. Ronald Clark O’Bryan y uno de sus vecinos, deciden dar una vuelta por el vecindario con sus 4 hijos, para que lleven a cabo el clásico «truco o trato».
Todo va bien, hasta que llaman a una casa en la que no les abren. Prueban varias veces y nada ocurre, así que los niños, frustrados, salen corriendo a por más caramelos, seguidos por el vecino de O’Bryan, dejando a este atrás, frente a la puerta.
Poco después, O’Bryan consigue encontrar al grupo, con una sonrisa: finalmente, la casa sí estaba ocupada y le han dado 5 caramelos Pixy Stix. Los niños, encantados, se reparten los caramelos. 2 de ellos se los quedan los hijos del vecino y otros dos, los de O’Bryan: Elizabeth y Timothy.
De vuelta a casa, cargados de caramelos, se cruzan con un niño que conocen de la iglesia. O’Bryan le entrega el quinto caramelo de la casa que parecía vacía.
En casa de los O’Bryan todo va bien. Ya han terminado de cenar y Timothy va a subir a la cama. Entonces, le pide a su padre si puede comerse alguno de los caramelos que han conseguido y este accede. Timothy elige el Pixy Stix y su padre le ayuda a abrirlo. Está muy amargo y O’Bryan prepara al pequeño un zumo para quitarle el mal sabor.
¿Qué ocurre entonces? Timothy no se siente bien. Sube al baño y vomita sin parar. Finalmente, convulsiona. O’Bryan y su esposa, horrorizados, ven como el pequeño se desmaya en brazos de su padre. La ambulancia llega, pero el niño fallece de camino al hospital. No ha pasado ni una hora desde que probó el caramelo.
¿Unos caramelos envenenados?
La noticia impacta a los vecinos, sobre todo a la familia O’Bryan. El pánico se extiende. Todas las familias entregan los caramelos que sus hijos recolectaron a la policía, creyendo que podrían estar envenenados. La autopsia a Timothy revela que el caramelo que consumió estaba mezclado con una dosis letal de cianuro de potasio.
Los 4 caramelos restantes que O’Bryan había recibido de la casa vacía fueron examinados y se descubrió que también contenían veneno, por suerte todavía no habían sido abiertos por sus jovencísimos propietarios.
La policía interrogó a O’Bryan y su vecino. ¿Dónde obtuvieron los caramelos? Revisaron el camino y O’Bryan los llevó hasta la casa vacía. Al parecer, su dueño no había respondido de buenas a primeras, pero después de que los niños se marchasen, había abierto la puerta, sin encender las luces y le había entregado los caramelos. Sólo pudo ver su brazo: era muy peludo.
El dueño de la casa, y supuestamente del brazo, era Courtney Melvin, controlador aéreo, quien aseguró no haber vuelto a casa del trabajo hasta las 23:00 de la noche de Halloween. Su coartada fue confirmada. ¿Quién demonios quiso envenenar a los niños?
«Fue una coincidencia que estuviera trabajando esa noche», dijo desde Houston el abogado Mike Hinton, décadas después, cuando hablamos por teléfono. «Recibí una llamada del departamento de policía de Pasadena; me dijeron que un niño de ocho años acababa de morir. Lo llevaron al hospital, pero ya había fallecido».
Con la intención de poner en marcha su investigación, Mike llamó al doctor Joseph A. Jachimczyk, el principal examinador médico de Harris County. «Le conté sobre la situación y me preguntó por el aliento del niño», dijo Mike. Una llamada a la morgue reveló que había un aroma a almendras saliendo de la boca del niño. «Es cianuro», dijo Jachimczyk.
La autopsia comprobó el presentimiento del examinador médico: un patólogo dijo que Timothy había consumido suficiente cianuro como para matar a dos personas. Los exámenes luego encontraron que las dos primeras pulgadas del dulce habían sido llenadas con el veneno.
Los oficiales de policía alcanzaron a recoger los dulces de los otros niños antes de que pudieran comérselos, y advirtieron que quien fuera responsable por el hecho había usado grapas para sellar los dulces después de alterarlos. «Eso fue lo que le salvó la vida a otro niño esa noche», recordó Mike. «Lo encontraron en la cama con el dulce en su mano, pero no fue lo suficientemente fuerte para romper la grapa».
La policía llevó a Ronald al barrio donde el grupo había estado pidiendo dulces para que los pudiera dirigir a la casa en la que había recibido el dulce en polvo. Pero él estaba desconcertado; no podía encontrar la casa y dijo que nunca vio la cara del responsable. Simplemente surgió de la puerta y le dio el dulce. Los investigadores empezaron a sospechar.
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: FOTO POLICIAL DE RONALD CLARK O’BRYAN)
Un único sospechoso:
La policía siguió investigando y, poco a poco, su punto de mira fue centrándose en O’Bryan: tenía muchísimas deudas, había tenido 21 trabajos distintos en apenas una década, había sido acusado de robo en su empleo actual y, de hecho, hacía poco que el banco le había quitado la casa.
¿Qué tenía eso que ver con los caramelos? Mucho. Pocos meses antes de la muerte del niño, O’Bryan había contratado varios seguros de vida de valor considerable para sus hijos, a espaldas de su mujer. ¿Lo peor? Tras la muerte de Timothy, se había apresurado a llamar a todas las aseguradoras preguntando cuándo iba a cobrar.
La guinda del macabro pastel la puso un último detalle: O’Bryan había visitado hacía poco una tienda de suministros de productos químicos , donde preguntó qué cantidad de cianuro podían venderle. Al saber que era muy pequeña, O’Bryan se marchó. ¿Imaginas lo que pensó la policía?
«Candyman» en prisión:
Tras su detención, O’Bryan se confesó inocente, es más, nunca admitió su culpabilidad.
Tras varios juicios, hubo varios testimonios que fueron decisivos para la resolución del caso:
- Un químico conocido de O’Bryan que aseguró que el acusado le había llamado para preguntarle cuánto cianuro sería fatal
- Sus amigos afirmaron que habían notado un «extraño comportamiento» en O’Bryan unas semanas antes de la muerte de Timothy.
- Su cuñada también declaró haber escuchado como, en el mismo funeral de Timothy, O’Bryan comentaba que usaría el dinero de la póliza del niño para irse de vacaciones y comprar algunas cosas que necesitaba.
Ronald se declaró «no culpable», y su defensa culpó a un hombre anónimo e indetectable: un sujeto enfermizo que usaba la fachada de Halloween para envenenar a niños inocentes. Pero amigos, familia y compañeros de trabajo testificaron en contra del hombre que la prensa ahora llamaba «el hombre de los dulces». El 3 de junio de 1975 le tomó 46 minutos a un jurado declararlo culpable por los cargos de asesinato capital y cuatro intentos de homicidio. Una hora después, se decidió que Ronald sería ejecutado en la silla eléctrica y bautizado por los medios de comunicación como «Candyman».
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: RONALD CLARK O’BRYAN, DERECHA, ES ESCOLTADO POR UN OFICIAL DESPUÉS DE ESCUCHAR EL VEREDICTO DE CULPABILIDAD EL 3 DE JUNIO DE 1975)
Ronald Clark O’Bryan’s siguió diciendo que era inocente casi una década después de que lo declararan culpable. No fue sino hasta el 31 de marzo de 1984 cuando se agotaron todas las vías de supervivencia, por lo que finalmente fue condenado a muerte por su crimen. Para este punto, el Tribunal Supremo de Estados Unidos había dictaminado que la silla eléctrica era un castigo cruel e inusual, por lo que su vida se terminó con una inyección letal.
Fue ejecutado en marzo de 1984 en la Unidad de Huntsville, por inyección letal. Mientras eso ocurría, una multitud fuera del lugar, no dejó de gritar: «Truco o trato».
A veces el auténtico horror se encuentra en la vida real.
Cabe señalar que después del envenenamiento de Timothy O’Bryan, se generó cierta psicosis en la sociedad estadounidense, naciendo de este hecho algunas leyendas. Una de ellas cuenta la existencia de ciertos individuos macabros que dan caramelos envenenados a los niños en la noche de Halloween. Otra sostiene que se los regalan en la puerta de los colegios. Realmente, hoy por hoy no hay ningún caso documentado. Hay quien dice también que la famosa frase “no aceptes caramelos de extraños” en la que advertimos a nuestros niños del peligro de ser intoxicados, también tiene su origen luego de cometerse este terrible crimen.
FDO: ANTONIO CENIZA
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