Archivo de la etiqueta: 8-CAMBIAR EL « MACOUI » SIN MOLESTAR A NEPTUNO

19 SUPERSTICIONES MARINERAS

Desde que el hombre empezó a querer explicar las cosas a menudo lo ha hecho con seres responsables de ello a su imagen y semejanza, como los mitos de Poseidón, Davy Jones o las ninfas, aunque a veces mezclado con los animales que percibía en su entorno como los tritones o las sirenas. A veces se superponen dos tipos de animales para hallar la lógica en una leyenda como es el caso del hipocampo, animal sobre el que montaba Poseidón o que por parejas tiraban de su carro sobre las olas.

EL AUTOR: ANTONIO CENIZA


©CENIZA777

Cuando empezó a navegar, a bordo surgieron rituales, como surgían en tierra, para venerar a las deidades responsables de las tormentas, las calmas y de allí aparecieron los mascarones, ceremonias, etc. y para evitar provocar a las olas y al mismo buque aparecieron también una serie de tabúes y restricciones a bordo que variaban según el capitán y según la tripulación creando una gran variedad de pequeños rituales y tabúes a bordo.

Los marineros se han refugiado siempre en una serie de creencias que les ayudan a soportar las duras condiciones de la vida en el mar.

Cuando viajas en un barco sólo una débil estructura de acero (o madera) te separa de perecer en la inmensidad del océano. Las supersticiones aportan entonces una cierta sensación de control sobre elementos decisivos para la supervivencia, la mayor parte de las veces tan azarosos como, por ejemplo, las condiciones atmosféricas. Si no rompes ningún tabú y adoptas las medidas adecuadas la ira de los dioses se aplaca, la tormenta no estalla, el viento sopla favorable y tu barco llega sano y salvo a puerto.

Recogemos aquí creencias de épocas diversas…

1- Los barcos, como las personas.

Cada navío tiene un nombre distinto y, en cierta manera, su propia personalidad. A veces se les personifica hasta el extremo de atribuirles buena o mala suerte. Siempre han existido barcos con fama de gafe, y otros de los cuales se decía que disfrutaban siempre de tiempo favorable y que, en ocasiones, si sus tripulantes necesitaban algún producto lo encontraban casualmente a la deriva.

La botadura de un barco equivale a su bautizo, y constituye un momento de bastante carga simbólica. La costumbre de romper una botella de champagne contra el casco tiene su origen en la antigüedad, cuando se vertía vino tinto en la cubierta como libación a los dioses del mar. Los vikingos hacían esta ofrenda con la sangre de algún prisionero sobre cuya espalda arrastraban el barco al bajarlo al mar.

El nombre del navío también es importante. Los armadores de épocas pasadas intentaban evitar aquellos relacionados con el fuego, los relámpagos o las tormentas. Según algunos, no se debía cambiar nunca el nombre del barco, aunque entre los piratas era práctica habitual.

2- Malos augurios.

Existían fechas nefastas durante las cuales nadie debía abandonar el puerto. En el ámbito anglosajón se consideraba tentar a la suerte salir al mar los viernes (día en que crucificaron a Jesucristo), el primer lunes de abril (día en que Caín mató a Abel), el segundo lunes de agosto (día en que Dios Castigó a Sodoma y Gomorra) o el 31 de diciembre. Los miércoles, sin embargo, eran días favorables. Por otro lado, constituía un mal presagio escuchar las campanas de una iglesia desde el barco mientras este zarpaba.

También podía haber señales positivas. La mejor, los fuegos de San Telmo, esa luminiscencia que aparece en los extremos de los palos del barco bajo unas determinadas condiciones atmosféricas. No obstante, en algunas zonas se creía que si iluminaban a un marinero este moriría antes de que pasaran 24 horas.

3- Amuletos y objetos gafe.

En la Isla de Man consideraban que una pluma de reyezuelo constituía un buen amuleto contra los naufragios y los ahogamientos, aunque sus propiedades sólo duraban doce meses. En otras zonas era habitual llevar un aro de metal en la oreja para alejar las tormentas.

Con el objetivo de proteger al barco y a su futura tripulación, los armadores colocaban una moneda bajo el palo mayor, tal vez como pago preventivo al barquero infernal Caronte.

Una estrella polar dibujada en el extremo del bauprés también ayudaba. Sin embargo, la protección del barco y su tripulación recaía sobre todo en el mascarón de proa.

En su origen, los mascarones iban dentro del barco, cumpliendo una función religiosa: primero como cabezas de animales sacrificados a los dioses, después estas fueron sustituidas por tallas de madera. Finalmente pasaron a la proa, bajo la forma de algún animal totémico o alguna deidad marina, hasta que a principios del XIX se popularizaron las figuras femeninas (vestidas o no), por la creencia de que su visión amansaba a los dioses del mar. Si el mascaron fallaba en su cometido, y por tanto el barco naufragaba, se le cortaba la cabeza para que no volviera a ser utilizado.

A bordo se consideraba que traían mal fario las flores y los paraguas. También entregar una bandera a alguien a través de los travesaños de una escalera o ponerse la ropa de un compañero fallecido antes de terminar la travesía.

4- Animales.

En términos generales estaba mal vista la presencia en el barco de animales con pelo, al contrario que la de los animales con plumas. Aunque había excepciones: que un gallo cantase a bordo era una señal inequívoca de mala suerte, y la presencia de un gato siempre era apreciada, ya que mantenían a raya a los ratones y proporcionaban distracción a los marineros, aunque algunos creían que los de su especie podían invocar tormentas.

Aunque a veces una aleta de tiburón podía servir de talismán, un tiburón siguiendo al barco por el lado de popa presagiaba la muerte de algún tripulante.

Infligir daño a un albatros podía acarrear consecuencias nefastas, como las que sufre el protagonista del poema “La canción del viejo marinero”, de S. T. Coleridge, al parecer inspirado por la vida del corsario George Shelvocke, quien tras matar a un albatros tuvo siempre mal tiempo. La causa de este tabú radicaba en la creencia de que los marinos muertos se reencarnaban en albatros.

5- Pasajeros peligrosos.

Uno de los grupos de supersticiones marineras más curioso es el referente a pasajeros supuestamente funestos. Resulta ya un clásico la creencia de que las mujeres a bordo atraen las tempestades. Los curas también suponían una presencia funesta, al igual que los finlandeses, que tenían fama de ser brujos capaces de hechizar el barco e invocar tormentas.

Pero con independencia de su nacionalidad o condición, cualquiera tenía prohibido silbar a bordo, actividad que podía despertar a los vientos y provocar un temporal, o hacer sonar el cristal de una copa, ya que esto provocaba en algún lugar distante el ahogamiento de un marino.

Los difuntos tampoco eran pasajeros apreciados. A nadie le gustaba transportar un ataúd en su barco, y los marineros que morían en alta mar eran arrojados al océano envueltos en una mortaja de lona con una bala de cañón dentro. La última puntada que cosía la mortaja atravesaba la nariz del fallecido, para que su fantasma no persiguiese al barco. Los ataúdes constituían una mala carga incluso vacíos.

6¡Hombre al agua!

Pocas experiencias debe de haber más terribles que caer al agua en alta mar y ver cómo tu barco se aleja poco a poco. En épocas pretéritas muchos marineros no sabían nadar, y además se consideraba fuente de mala suerte rescatar a una persona que se estuviera ahogando. Suponía inmiscuirse en los asuntos de los dioses del mar o del destino. Por otro lado, cuando alguien moría ahogado, su cadáver, según creencia muy extendida, iba directo al fondo del mar, a los nueve días regresaba a la superficie y después se hundía definitivamente. Ver un cadáver durante ese breve periodo de tiempo era un mal presagio.

7El primo de la liebre, «La bestia de grandes orejas»

Igual que las aves, los cerdos y las leguminosas, el « tú ya sabes qué » o «la bestia de grandes orejas» ha formado parte de los víveres de las embarcaciones durante siglos. Excepto que el primo de la liebre, con sus hermosos dientes, masticaba el mimbre de su jaula, luego el cáñamo de los cordajes, luego la estopa … Así es como, por exceso de codicia, el roedor habría causado gran número de naufragios.
Así que ni para comer, ni de compañía, ni de peluche… ¡A bordo, nada de conejos!

8- Cambiar el « macoui » sin molestar a Neptuno

Ahora seguramente os estaréis preguntando, ¿de qué se está hablando y qué es el « macoui »?
Sí, seguimos hablando de supersticiones marinas. Otra de ellas, una muy polémica: cambiar el nombre de su barco. ¿Qué peligro hay?
Según la tradición, aunque esto no es aconsejable y que otra solución sería bienvenida [como por ejemplo adaptar y aprender a apreciar el nombre del barco], es necesario cortar el « macoui » para poder cambiar el nombre de un barco sin que se enfade Neptuno, dios que gobierna todas las aguas.

El « macoui » es el rastro que deja un barco, como si una serpiente estuviera siguiendo permanentemente su embarcación. Desde su bautismo, un barco tiene su propio « macoui ». Si el nombre del barco cambia, entonces se añade otro. El inconveniente está en que solo puede haber un  « macoui », así que el original se tiene que “cortar” para dejar paso al nuevo sin que Neptuno se irrite. Para conseguirlo, es muy fácil: solo basta con salir al mar seguido de otro barco y ir tirando una bebida hacia el rastro para que el « macoui » se “alegre”. Entonces, el barco que acompaña pasa por encima del « macoui » y consigue cortarlo. Además, se recomienda ir dando golpes de sirena ya que al « macoui » no le gusta nada el ruido. Para acabar y darle las gracias a Neptuno, hay que verter un buen vaso de vino en el lado estribor del barco.

9- Un barco que no haya probado vino probará sangre.

Érase una vez la sangre de una víctima extendida sobre la proa, como ofrenda a los dioses para que otorgasen su protección a la nave…

¿Pensabas que las burbujas de champán eran el lado festivo de las llegadas? El ritual del sacrificio con la famosa botella rota de vino contra el casco ha evolucionado hasta dar paso al champán.

¿Una anécdota? El hundimiento del Titanic reforzó esta creencia, dado que los barcos de la compañía White Star Line nunca fueron bautizados antes de su lanzamiento.

10- Encender un cigarro con una vela…

Uno de los antepasados de la actual Sociedad de Salvamento y Seguredad Marítima (SASEMAR) fue la Sociedad de Hospitalarios de Rescate Bretones. Usted pensará, “Sí, ¿y qué?” Este último vendía fósforos para financiarse … ¡encender un cigarrillo con una vela era privarlo de donaciones!

Por eso, al encender un cigarrillo con la llama de una vela, provocaríamos en el mismo momento la muerte en el mar de un marinero desconocido …

11- Olvídate de las flores para decorar.

Las flores se usan en la elaboración de coronas funerarias arrojadas al mar cuando un marinero muere …  Así que mejor déjate tentar por las suculentas, perfectas a bordo: necesitan luz, calor y poca agua, como cuando tomamos el sol

12- Deja de cantar.

Silbar elevaría y despertaría los vientos incontrolables y atraería al demonio … El único que sí puede silbar es el cocinero porque, mientras se le oye, no come la comida a bordo ni prueba (en exceso) los platos que se están cocinando.

13- Cualquier sinónimo menos “cuerda”.

A bordo nunca se emplea el término “cuerda”, ya que se solía usar para colgar a los niños de amotinados en el patio grande …  Así que la cuerda es una palabra reservada exclusivamente para la campana: un símbolo fuerte vinculado al mundo marítimo. A bordo la campana se usaba tradicionalmente para hacer turnos y, especialmente, para advertir a otros barcos cuando había niebla.

Se recomienda usar cualquier sinónimo de cuerda para evitar dar paso a la superstición.  Hablamos de amarre, de escucha, de driza, de punto muerto, de balancín … también para aclarar la maniobra y evitar ambigüedades.

14 -Saludos navales.
Durante mucho tiempo, el único saludo personal que se empleaba la Armada británica consistía en quitarse la gorra o el sombrero; la marinería siempre se quitaba el sombrero cuando se acercaba cualquier oficial, mientras que los oficiales de menor rango se descubrían ante sus superiores. La reina Victoria puso fin a esta práctica por que no le gustaba ver a los integrantes de sus fuerzas armadas con la cabeza descubierta; sin embargo, aun en la Armada norteamericana, todos llevaban/llevan gorras o sombreros al aire libre y se descubren bajo cubierta, con muy pocas excepciones.
El origen del saludo actual con la mano se ha perdido en el tiempo. Quizá provenga de la costumbre mencionada de descubrirse la cabeza ante un superior; el movimiento de la mano reflejaría el gesto necesario para quitarse la gorra (pero nadie lo sabe a ciencia cierta). El saludo también podría ser un vestigio de la época en que los combatientes llevaban armaduras: al levantar la visera de sus cascos con las manos, los guerreros estaban intercambiando un gesto de confianza, ya que eran más vulnerables a un ataque del otro. Según otra teoría, el saludo seria una variante de la antigua costumbre asiática de taparse parcialmente los ojos en presencia de un personaje de posición elevada, como para protegerse de la luz que emanaba.

Todos los marineros y oficiales deben saludar al subir a bordo por la pasarela y de nuevo al poner pie en el alcázar. Esta costumbre podría deberse a que todos los navíos llevaban un altar en la zona de popa; el saludo seria una muestra de respeto al objeto de culto que hubiera en el altar. Por otra parte, también podría tratarse de una señal de pleitesía al monarca (de turno) y a su autoridad representada en la bandera del buque, que ondeaba en la popa.
Hasta 1923, todos los saludos de la Armada británica se realizaban con la mano izquierda, pero esta costumbre se cambió a la derecha porque los marineros y oficiales provenientes de África y de las colonias que en esos momentos engrosaban las filas de la Armada británica, consideraban un insulto soez cualquier saludo con la izquierda (se dice que varios grupos étnicos sobre todo de Oriente Medio empleaban la mano izquierda para usar
en las letrinas).
El saludo tradicional entre buques de guerra consistía en arriar las gavias o en soltar las escotas de los juanetes; amollar las velas era un modo de indicar que la presencia de una embarcación no era hostil, ya que perdería salida al mar sin las escotas cazadas y no debía considerarse una amenaza.
También era obligatorio que los mercantes saludaran de este modo a los buques de guerra; Masefield relató que en una ocasión había visto a una goleta arriar la gavia ante un crucero, pero según parece esa costumbre desapareció hace mucho tiempo (según se constata por ahí, las consecuencias de no mostrar el debido respeto a un buque de su majestad,
no eran agradables).
Cuando los buques de vapor reemplazaron a los veleros, hubo que diseñar otro tipo de saludo para las embarcaciones sin armamento. Se implanto la costumbre de arriar la bandera hasta la mitad y esperar la respuesta de la otra nao antes de izarla de nuevo. Según las costumbres marítimas ( hasta no hace mucho tiempo), aun hoy los mercantes y los yates privados suelen saludar con la bandera a cualquier buque de guerra que encuentren en alta mar , sea de la nacionalidad que sea ; según esta costumbre, la embarcación civil mantiene la bandera arriada hasta que el buque militar alza de nuevo la
suya. Los yates y otro tipo de barcos suelen llevar la bandera del país en cuyas aguas territoriales naveguen; la llevan a estribor en las crucetas o, en su ausencia, en algún punto elevado de la jarcia.
Las salvas de artillería siempre se disparan con la proa hacia la embarcación que recibe el saludo, ya que una andanada completa de la artillería a bordo (parece que según los protocolos navales se ordena/aba hacer el mayor estruendo posible en muestra de respeto)… de lo contrario se podría tomar como un acto hostil disparar de través. Un buque que disparara con la proa apuntando hacia el otro navío no podría darle de ningún modo, aunque los cañones estuvieran armados con munición real.

Originalmente, los saludos entre navíos de guerra constaban de una rápida sucesión de andanadas, ya que los oficiales navales consideraban mucho más importante llenar el ambiente del estruendo de los cañonazos que ahorrar la pólvora que causaba el estruendo. Pero en 1675 el Almirantazgo británico introdujo un reglamento que limitaba el número de salvas a disparar en los saludos entre navíos. Además de establecer un patrón internacional para estas salvas, con esta decisión los almirantes ahorraron una
considerable cantidad de pólvora.
El secretario del Almirantazgo (o ministro de marina) de la época de la que estamos hablando, Samuel Pepys, diseño una escala según la cual los almirantes de menor rango (los almirantes más elevados eran los rojos, seguidos por los blancos y por último los azules) recibirían una salva de tres cañonazos, con un incremento de dos para cada grado del Almirantazgo hasta llegar almirante de la flota, que podía recibir una salva de 19
cañonazos. La sal va de 21 cañonazos a los presidentes o los miembros de las realezas de otros países. El número impar se debía a la costumbre de disparar una salva de número par en los funerales navales.

15- tira de ajo con cintas rojas.

Numerosos barcos utilizan esta estrategia para garantizar un viaje seguro. Se colocan en lugares clave como cabina o centro de maquinas, donde ocasionalmente ocurrieron, o pueden ocurrir, inconvenientes técnicos que sobrepasan la capacidad humana.

16- colocar monedas de plata en la construcción de los barcos.

Esto asegurará una protección extra en altamar. En el caso de los buques de guerra, se coloca en la quilla de los mismo, que corresponde a la columna vertebral del barco en su base. Por el contrario, en las fragatas la ubican en la base del mástil principal.

17- PINGÜINOS.

Está determinantemente prohibido en este mundo de marineros supersticiosos subir al barco con pingüinos, ya sea de peluche o vivos, ya que estos son una clara señal de mal augurio. El comandante segundo Marcelo Martín Rodriguez de la corbeta Drummond de la Armada Marina Argentina, narró a Infobae su experiencia a bordo del Ara Almirante Irizar:

«Mientras navegábamos por las aguas cercanas a Puerto Madryn, pudimos ver una serie de pingüinos muertos, los cuales captaron la atención de la tripulación. Fue el comandante quien solicitó subir uno al navío. Teniendo conciencia de la tradición, ningún marino quería acatar sus ordenes, sólo uno se animo a cumplir con el pedido del superior. Se subieron aproximadamente siete pingüinos vivos, fue esa misma noche en el que el rompehielos Iriza se incendió, el 10 de abril del año 2007.

18- PRENDAS INTERIORES FEMENINAS.

Las prendas interiores femeninas son la última opción ante una fuerte tormenta en el mar, cuando los acontecimientos climáticos fuertes no cesan. Colgar en el mástil principal una vedetina de mujer asegura una mejora del temporal. El comandante del barco Drummond Daniel Marcelo Jara aseveró a Infobae que su tripulación una vez utilizó este recurso y en cuestiones de horas la tormenta se disipó.

19- MUJERES A BORDO.

Las mujeres dentro del los barcos históricamente no traían buenas suerte, pero como toda superstición, alguna vez puede ser desmentida. En el transcurso del año 2002, se amplió las posibilidades de estudio a las mujeres en la escuela de la armada argentina como oficial de comando naval. Los hombres tuvieron que acostumbrarse a esta nueva disposición y hoy en día gran cantidad del personal femenino cumple funciones dentro de los navíos de la fuerza. Quizás esta sea hasta ahora, la única superstición desmentida.

Misterio 51 Programa T4x18 Misterios de Canadá con John Dee, Historia Mitos y Leyendas. EN MI SECCIÓN LEYENDAS Y MISTERIOS CON ANTONIO CENIZA OS HABLO DE: 19 SUPERSTICIONES MARINERAS, minuto: 30:00

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Descripción de Misterio 51 Programa T4x18 Misterios de Canadá con John Dee, Historia Mitos y Leyendas

Misterio 51 Programa T4x18 Misterios de Canadá con John Dee, Historia Mitos y Leyendas, un nuevo viaje de la mano de Luis Merino por los análisis fotográficos como solo el sabe hacer, Antonio Ceniza viene esta semana con las leyendas de marineros de toda la vida, un saber ancestral… Nieves Guijarro y su magia con cenizas y una entrevista con el bueno de John Dee y los misterios de Canadá y mucho mas… Universo Hostil regresa esta semana con Neptuno.

FDO: ANTONIO CENIZA ALFONSO

(SUBDIRECTOR REDACTOR/EDITOR JEFE DEL GRUPO MISTERIOS GALICIA G.I.M.G Y MISTERIOS DE LAS NOCHES GALLEGAS PODCAST RADIO)

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